Propuestas como la aplicación móvil Secret o el sitio web 4Chan eligen mantener a resguardo la identidad de sus usuarios, a diferencia del resto de las plataformas, tales como Facebook, Instagram o Twitter.
Lanzada el pasado 30 de enero desde Google Ventures por un ex-empleado de Google y dispar de Square, y abandonado por el segundo únicamente para iPhone y desde los Estados Unidos, Secret es simple de esos fenómenos que generan muchísima expectación y una explosión de descargas y comentarios dentro de las “élites ilustradas” de Silicon Valley.
Dsde Facebook hasta Twitter, Instagram y Google, muchos grandes éxitos de Internet dependen de persuadir a las personas para que compartan información cada más reciente sobre ellos mismos y sobre sus vidas.
Pero una aplicación social que apareció hace cinco semanas, llamada Secret , está poniendo a prueba los límites de la cantidad de información que Silicon Valley considera que es apropiado compartir. Esto es así porque el hecho de compartir es anónimo. Y, según parece, gran parte del parloteo está relacionado con el mismo Silicon Valley (lo que ofrece una mirada rara y real de las ambiciones, decepciones, rivalidades, celos y obsesiones de los ingenieros y empresarios que viven y trabajan allí).
Secret, al igual que una cantidad de las aplicaciones recientes, conecta a las personas de manera anónima a través de sus libretas de direcciones. Los mensajes aparecen únicamente cuando provienen de un “amigo” o del “amigo de un amigo”. Las publicaciones jugosas que reciben un montón de “me gusta” o de comentarios también aparecen, en ocasiones, identificadas simplemente por la ciudad o el estado en donde se originaron.
Quienes hacen Secret no revelan las cifras de bajadas y la aplicación no está posicionada en lo alto de los registros de iTunes. Pero como el servicio se presentó hace menos de dos meses, ha obtenido popularidad entre quienes primero lo adoptaron y particularmente entre las personas del ámbito tecnológico.
El fenómeno es socialmente muy interesante, porque la primera época de uso está respondiendo a ese dramático patrón de desinhibición que lleva a que nos encontremos todo tipo de barbaridades, desde confesiones de infidelidad hasta revelación de secretos industriales o corporativos, pasando por lo todo lo que queramos imaginarnos. ¿Qué dirías ante un grupo de contactos y amigos si tuvieses garantía de que no se va a saber que has sido tú – salvo que se pueda deducir del propio comentario? ¿Cuántas barbaridades podrían llegar a salir de unas condiciones semejantes, o qué ratio señal/ruido ofrecerá a sus participantes? ¿Realmente estamos dispuestos a soportar una explosión de barbaridades y un entorno con unas reglas no definidas – o directamente, sin reglas debido a una prácticamente total ausencia de control – a cambio de sentir la liberación de nuestra identidad? ¿Va a durar este fenómeno, o será algo efímero donde los usuarios, tras entrar y recibir un par de “bofetadas” dialécticas y soportar que varios de sus “supuestos amigos” o contactos les digan cuatro frescas, huirán despavoridos y desinstalarán todo rastro de la aplicación? Por el momento, la dinámica de uso parece estar indicando precisamente eso: un uso inicial seguido de una retirada. Pero sin duda, responde a un fenómeno sociológico digno de estudio.
Fuente: La Nación y Enrique Dans